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dic 2, 2022
Resumen
Las características paradigmáticas de nuestra era contemporánea han transitado, en las últimas décadas, desde la postmodernidad (Lyotard, 1991), a la modernid líquida (Bauman, 2004), y, finalmente, hacia una exacerbación de sus características en la actual hipermodernidad (Lipovetsky, 2006). Tal proceso de desarrollo ha tenido efecto directo en la educación de la sociedad global, así como respecto de los conceptos de conocimiento, inteligencia (Gardner, 1995), aprendizaje y saber (Delors, 1994) los cuales se comienzan a interpretar desde parámetros complejos (Morin, 2003). En términos curriculares esto se ha materializado en planes de estudio orientados hacia la verificación de perfiles de egreso de los estudiantes (Perrenoud, 2001), en el nivel de educación superior.
De esta manera, se vuelve necesaria la superación del academicismo (Pérez Gómez, 2003), pero, al mismo tiempo, se actualizan preocupaciones ontológicas fundamentales respecto de la verdadera naturaleza y rol de la Academia (Heidegger, 2010). La universidad contemporánea se ve desafiada a integrar nuevas tecnologías, modalidades y jornadas (Pablo, 2017), adaptar estrategias de enseñanza, evaluación e instrumentos a las nuevas características de la época (Púñez, 2015; Zepeda, 2017), y fortalecer, paralelamente, su estatuto de institución destinada al mejoramiento humano y del entorno, a través del cultivo del espíritu y del avance riguroso de las ciencias.